Historias de brujas; buenas, malas y buenas otra vez
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Este juicio es el más célebre en la actualidad en parte gracias a una masiva interpretación que se ha hecho del proceso en los últimos 100 años, desde novelas y obras de teatro hasta películas y series que se emiten por streaming, pero hay otro litigio igualmente relevante en la Península, y es el que se vivió en la localidad navarra de Zugarramurdi, que ocurre casi un siglo antes, en 1610.
La causa se llevó a cabo en el tribunal de la Inquisición de Logroño, y había 31 acusados y acusadas, de los cuales 18 fueron perdonados en una teatral confesión, y es que existía algo llamado ‘perdón por lágrimas en los ojos’, tal como nos cuenta la historiadora: "no olvidemos que estamos en el Siglo de Oro, es el drama por excelencia". Sin embargo, no todos los reos tuvieron la misma suerte: 6 de los acusados fueron quemados vivos y 5 en efigie [ya muertos], porque ya habían perecido en las cárceles mientras esperaban el juicio. “Lo insólito es que solamente murieran aquellos detenidos que esperaban el juicio de Zugarramurdi, habiendo en las mismas instalaciones, como es de imaginar, muchos otros detenidos por muchas otras causas”. Algunos dicen que aquellos que no llegaron vivos a la hoguera fallecieron a raíz de las torturas que sufrían mientras se buscaba una confesión, pero Lara Martínez explica que, al igual que en Salem, no podemos descartar “un síndrome de abstinencia por la ingesta voluntaria de unas plantas alucinógenas a las que estas personas podían estar acostumbradas, y que provocaban visiones que les hacía pensar que realmente participaban en aquelarres y tenían poderes sobrenaturales”.
España, pionera en el desembrujo colectivoLa notoriedad de este juicio, sin embargo, no está en los horrores, tristemente típicos, de la época, sino en lo que ocurrió después. Uno de los tres inquisidores que participó en el juicio, Alonso de Salazar y Frías, desarrolló una exhaustiva investigación detectivesca tras el caso, porque sintió “escrúpulos de conciencia”, nos cuenta la autora. Fue así como la Corona Hispánica, con la Inquisición en la cima de su poder jurídico, fue pionera en la defensa de las brujas, porque “Alonso de Salazar y Frías consiguió convencer a la Junta Suprema de la Inquisición de que no había brujos ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a hablar y escribir de ellos.”