Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo: tres atletas que ...

El espíritu olímpico no conoce de obstáculos. Cuando se tiene el sueño y un objetivo en mente, no hay barrera que le impida a un atleta disponer de la posibilidad de cumplir un sueño en su carrera deportiva. Es más, incluso factores que podrían parecer barreras, pueden transformarse rápidamente en desafíos. Y ese es el caso del autismo y el olimpismo.

Por eso hoy, 2 de abril, en el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, Olympics.com rescata tres historias individuales sobre atletas que aprendieron a convivir con esa condición y alcanzaron su gloria personal, ya sea en el ámbito de unos Juegos Olímpicos como el de unos Juegos Paralímpicos.

Chris Morgan, ese “especial” medallista en remo

“Si hubiera tenido un cerebro neurotípico, no habría logrado todo lo que tengo”. Las palabras son claras y el sentimiento está totalmente incorporado. Pertenecen a Chris Morgan, un remero australiano de 39 años que participó en tres ediciones de los Juegos Olímpicos aún después de haber sido diagnosticado con autismo de alto funcionamiento.

El remero australiano pudo ponerle un rótulo a todas esas sensaciones extrañas y dificultades para el vínculo con otras personas recién a sus 28 años, cuando recibió su diagnóstico. Hasta entonces, él se sentía incómodo en las conversaciones, generaba una imagen de hombre parco, malhumorado, excesivamente frontal en sus opiniones, y él mismo no sabía cómo manejarse.

“Muchas veces, la forma en que me comunicaba podía malinterpretarse, mi forma de hablar claro y mi obsesión por tratar de mejorar realmente desconcertaron a mucha gente (...). Con la vinculación grupal, mi estilo diferente de interacción significaba que nunca me sentía cómodo ni incluido en las actividades cotidianas, y me veían como alguien que tenía algo o que era arrogante”, afirmó el atleta nacido en Adelaida en una entrevista con el canal de televisión local ABC.

Una vez diagnosticado, Morgan estableció su vida y sus relaciones en un diagrama de “pequeñas victorias”. Cada avance en los vínculos y en el día a día era tomado como un triunfo y le allanaba el camino en su objetivo final, la gloria en el remo.

“Veo mi neurodiversidad más como un regalo que como una discapacidad. Tiene un costo, pero también tiene un beneficio. Pasar por el proceso en el que todos estén en sintonía con el diagnóstico ayudó a la comprensión”, afirmó.

Y resaltó: “Tuve que encontrar una manera de hacer frente a los desafíos diarios y ver pequeñas victorias. Eso estableció mi ética de trabajo y es lo que me llevó al éxito”.

La primera participación de Morgan en unos Juegos Olímpicos fue antes de ser diagnosticado con autismo, en Beijing 2008. En el evento de cuádruple scull masculino, el equipo del australiano consiguió la mejor marca mundial del año para imponerse en la primera serie. Luego, el conjunto australiano finalizó en el segundo lugar en las semifinales y se quedó en las puertas del podio tras quedar en el cuarto puesto de la final.

Sin embargo, la suerte del destino hizo que en los primeros Juegos en los que participó después de haber sido diagnosticado, Morgan alcanzó su propia gloria olímpica. Fue en Londres 2012 y en la misma disciplina del cuádruple scull donde el remero de entonces 29 años pudo subirse al podio. Algo que jamás imaginó.

Junto a sus compañeros Karsten Forsterling, James McRae y Daniel Noonan, el remero de Adelaida logró alzarse con la medalla de bronce tras finalizar en el tercer puesto de la final, por detrás de los equipos de Alemania, campeón olímpico, y Croacia, segundo. En las series iniciales, los australianos habían clasificado con lo justo en el tercer lugar sobre cuatro conjuntos competidores, mientras que en las semifinales habían alcanzado el segundo lugar.

“Mi forma de pensar y mi enfoque de las cosas es uno de mis factores de éxito. Ser hipervisual y súper enfocado en los detalles es realmente bueno para encontrar áreas para mejorar. El autismo me ha hecho más exitoso”, analizó el australiano.

Su última participación olímpica fue en los Juegos de Río 2016 en la disciplina de doble scull masculino junto a su compatriota David Watts. En aquella ocasión, finalizaron en el séptimo puesto.

El atleta australiano, que todavía participa en el Sídney Rowing Club de su país natal, se convirtió en una personalidad australiana de apoyo público constante a diversas organizaciones de concienciación sobre el autismo sin ánimo de lucro, actividad social que mantiene hasta la actualidad.

Breanna Clark, la bailarina de los récords en atletismo paralímpico

Pese a haber sido diagnosticada con autismo a los 4 años, el sueño desde pequeña de la estadounidense Breanna Clark fue el de alcanzar la gloria olímpica, tal como lo hizo su madre. Fue en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 cuando su progenitora, Rosalyn Bryant, consiguió la medalla de plata en el evento de relevo 4x400m femenino.

Así, a base de un tremendo esfuerzo, Clark consiguió escribir su propia historia en el evento 400m T20 (categoría establecida para atletas con discapacidad intelectual) y su propia madre Rosalyn fue la que disfrutó las hazañas de su hija desde las gradas de la pista de atletismo en dos ediciones de los Juegos Paralímpicos.

La primera proeza de Breanna fue conseguida en los Juegos de Río 2016, cuando con apenas 21 años se alzó con la medalla de oro en los 400 m T20 con un tiempo de 57,79 segundos y estableció un nuevo récord paralímpico.

En los años siguientes se consolidaría su reinado en la especialidad, ya que consiguió la medalla de oro en los Campeonatos Mundiales de Londres 2017 y en los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019.

Sin embargo, la gloria absoluta esperaría a Clark para encontrarse con ella en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. Tras haber conseguido su entonces mejor marca del año en las mangas iniciales con un primer puesto y un tiempo de 56,07 segundos, la estadounidense se lució con clase en la final paralímpica y, no sólo revalidó su medalla de oro, sino que además estableció un nuevo récord mundial, con la marca de 55,18 segundos.

En los festejos, Clark volvió a realizar una danza que se convirtió ya en un sello característico de las victorias de su carrera en los 400m.

Mikey Brannigan, la estrella más veloz de los 1500m T20

Cuando Michael Brannigan, más conocido como Mikey, tenía 18 meses, sus padres tomaron conciencia de que algo ocurría con su salud intelectual. A los 2 años fue diagnosticado con autismo y hasta sus 5 años no pudo desarrollar el habla. Pero si había algo que caracterizó a este nacido en Huntington, Nueva York, en noviembre de 1996 era su velocidad al correr.

En la escuela secundaria Northport, Brannigan lograba imponerse en las carreras de larga distancia. Sus padres relataron que no menos de 200 universidades de todo Estados Unidos enviaron cartas de invitación para que el prominente corredor formara parte de su programa deportivo.

Pese a que, debido a su condición, no pudo alcanzar los requerimientos educacionales mínimos establecidos por la Asociación Atlética Universitaria Nacional (NCAA), Brannigan aceptó el ofrecimiento para formar parte del New York Athletic Club, que se haría cargo de los costos de sus viajes y de sus entrenamientos.

Apenas a un mes de participar en los Juegos Paralímpicos de Río 2016, Brannigan consiguió su primera proeza. Durante una cita en Raleigh, Carolina del Norte, se convirtió en el primer atleta con autismo de la historia en romper la barrera de los 4 minutos en la carrera de los 1500 metros. Eso apenas era una premonición de lo que vendría.

Ya en los días previos a su debut paralímpico, Brannigan se enfocó en estudiar todos los detalles de la maravillosa performance de su compatriota, Matthew Centrowitz, durante su camino al oro en los 1500m de los Juegos Olímpicos de Río.

“Vi el vídeo de su carrera como 100 veces. Sólo me repetía a mí mismo: ‘Tienes que correr como lo hizo Matt, tienes que correr como lo hizo Matt’”, reveló luego a medios de prensa de su país.

Y Brannigan cumplió con su cometido con creces y con gloria. Durante la carrera de 1500 m T20, el estadounidense se impuso con un tiempo de 3:51,73 minutos, con más de 4 segundos de diferencia sobre el segundo, el polaco Daniel Pek, y se alzó con la medalla de oro en su debut paralímpico.

Después de su participación, Brannigan se consolidó como una de las figuras emblemáticas de Estados Unidos en los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Eso condujo a una situación particular ocurrida un mes después. En septiembre de ese año, el atleta recibió una carta. Era de un niño de 13 años de Kentucky, quien le contaba que su sueño era jugar al béisbol, pese a sus “dificultades”. En la carta, el niño afirmó: “Tu carrera me conmovió y me motivó a trabajar duro (...). Tú eres el ejemplo perfecto de determinación”.

Unos días después, le consultaron a Brannigan qué sintió al leer esa carta de ese niño. “Me sentí como un atleta profesional”, respondió.