¡Felicidades, papá!

A su presencia sanadora me acostumbré desde que tengo uso de razón. La sangre campesina que corre por sus venas lo dotó de una sapiencia que se trasluce en su capacidad mágica de cautivarnos con historias, respaldadas por cada una de sus canas.

Bien recuerdo su sonrisa en los momentos importantes de mi vida. Él es de los que siempre está, no importa hora, lugar o circunstancia, por muy adversa que esta sea. Tiene el deseo oculto de que el tiempo no pase tan aprisa por sus relojes, para nunca faltarle a ninguno de sus muchos parientes.

De la unidad familiar habla constantemente y la defiende a capa y espada. Se pone reflexivo mientras explica que es un superpoder, uno que nos hará invencibles ante cualquier obstáculo, pues garantizará que nunca estemos solos.

Confiesa que las mayores alegrías se las debe a su condición de padre y no disimula su ilusión al hablar de sus hijos y nietos. Ese todoterreno que siempre nos acompaña, se desdobla para resolver las dificultades de los suyos y lo mismo funge de zapatero, mecánico, o acompañante certero a consultas médicas.

Las historias sobre la paternidad son diversas, tal como cada familia. Hay a quien la vida lo premió con más de un padre, otros no tuvieron la suerte de compartir con el suyo, pero cuentan con personas que asumieron ese papel con especial devoción.

Organizar o definir moldes al respecto no es importante. Padre es quien acompaña, ese que regala abrazos como antídoto al dolor de un regaño y que no duda en prestar su oído a los problemas, para luego dejar su corazón en cada consejo.

Resumir en un día todo el amor que sentimos por ellos no sería suficiente, pero cada tercer domingo de junio brinda la oportunidad de recordarles lo importante que son para nosotros. Una fecha para regalar amor al abuelo, tío, vecino… a ese en quien primero pensamos cuando nos disponemos a decir: ¡Felicidades, papá!

Author: Jorge Fernández Pérez

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