Haití: 15 años después del devastador terremoto, la 'oportunidad ...
En una entrevista concedida a RFI, el geógrafo Antoine Rivière, doctorando en la Universidad París VIII, pone de relieve las carencias de un proceso que debía poner en pie a todo el país tras los colosales daños causados por el seísmo del 12 de enero de 2010.
Primera modificación: 12/01/2025 - 09:51
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Por Vincent Souriau
RFI: Quince años después del seísmo, ¿ha despegado el proceso de reconstrucción?
Antoine Rivière: Sí, ha habido un enorme esfuerzo de reconstrucción, eso es seguro: nuevos edificios públicos, edificios ministeriales, la introducción de nuevas normas, la reconstrucción de infraestructuras estratégicas. Y eso es importante en un país donde el simbolismo es muy importante. Recordemos que menos de una hora después del terremoto ya corría el rumor por toda la ciudad de que el palacio presidencial y la catedral habían sido alcanzados.
Pero las necesidades generales de la población no han sido satisfechas, porque dadas las condiciones de vida en el área metropolitana de Puerto Príncipe, no es un flamante ministerio lo que marca la diferencia, y estamos muy lejos de lo que podían proyectar los esbozos de los planes de desarrollo.
En términos de planificación urbana, el objetivo era controlar el crecimiento espontáneo de la ciudad y reforzar su capacidad de resistencia, para que cuando se produjera el próximo terremoto, el número de víctimas fuera menor. En otras palabras, limitar el crecimiento descontrolado y la ocupación de terrenos de alto riesgo, y reducir el fenómeno de macrocefalia territorial a escala nacional, donde todas las redes, servicios y universidades se polarizan en torno a la densísima aglomeración de la capital. Pero desde este punto de vista, es un fracaso. Entre 2010 y 2014, la superficie edificada de Puerto Príncipe creció a un ritmo de 18,3 km2 al año, enorme a escala de las ciudades haitianas e innegablemente vinculada a la reconstrucción.
La acción internacional ha llevado a la población a instalarse en la parte norte de Puerto Príncipe, creando un fenómeno de “acampada”, bien descrito por la antropóloga Alice Corbet. Tanto más cuanto que las élites y los responsables haitianos no prestan atención al desarrollo de la ciudad.
¿Quién aprobó estos planes?
Al principio del proceso, todo el mundo propuso su propio proyecto: todas las agencias de desarrollo, las agencias de cooperación regional, las ONG y la ONU, con una enorme movilización. Y fue la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) la encargada de organizar la distribución de los fondos. Se trataba de un órgano conjunto, formado por representantes de la comunidad internacional y representantes haitianos, copresidido por Bill Clinton y el Primer Ministro haitiano de la época, Jean-Max Bellerive.
Pero la reconstrucción siguió siendo extremadamente difícil de coordinar, entre actores institucionales, internacionales, humanitarios e incluso religiosos, todos ellos adscritos a diferentes ministerios que ya eran estructuralmente débiles antes del terremoto. Y eran aún más débiles en ese momento, debido a los daños causados por el seísmo dentro de las propias administraciones haitianas: pérdida de vidas humanas, equipos, recursos, conocimientos, etc. Esto explica en parte por qué la comunidad internacional desempeñó un papel tan importante en el proceso de toma de decisiones, hasta que el presidente Michel Martelly llegó al poder, montado en una ola de nacionalismo, abolió el CIDH y propuso un nuevo marco de cooperación, considerando que los haitianos debían tomar la iniciativa. A partir de 2011, asistimos a una verdadera toma de este poder.
Una toma de poder acompañada de una malversación masiva de fondos...
La administración de Martelly y Lamothe ideó toda una campaña de comunicación en torno a la reconstrucción. Organizan un sinfín de inauguraciones, inauguraciones de obras y ceremonias de colocación de la primera piedra, ya sea en el aeropuerto de Les Cayes, en Jérémie o en cualquier otro lugar. Pero cuando la espuma se asienta, es imposible encontrar nada terminado. Afortunadamente, el gobierno haitiano no recibe directamente los fondos internacionales que siguen desembolsándose. Para encontrar nuevo dinero, los distintos gobiernos de Martelly han utilizado los fondos de PetroCaribe y han desviado una proporción colosal de los mismos.
Al final, fue una oportunidad perdida, debido tanto a factores exógenos -demasiados actores y un esfuerzo de reconstrucción disfuncional- como a factores endógenos -debilidad estructural de Haití y directrices que no se siguieron-. En cuanto a la urbanización, hay sin embargo algunos puntos positivos, como la creación de programas de cooperación universitaria sobre gobernanza urbana, la inversión de capital en herramientas de gestión de riesgos y el refuerzo de las organizaciones locales. Pero mientras no haya voluntad política y persista la influencia de profesionales extranjeros, no podremos hablar de éxito.